aita currito

Esto es lo que decía Currito en el año 1995.

La técnica que tiene Emilio para cocinar es propia de la cocina bilbaína, es decir, natural, sencilla y muy poco manipulada, habiendo llegado a conocer el producto y guisándolo en los fogones .Si hay algo que siempre le he inculcado, es que la materia prima tiene que ser la mejor. Toda mi vida he mantenido que mi éxito no radica en la venta, sino en la compra, en llegar el primero al mercado para elegir lo mejor.

En la familia siempre ha habido una tradición gastronómica. Mi abuela Anselma era angulera en el mercado de Bilbao y sus angulas se pagaban un real más caras que las de las demás por lo bien cocidas que estaban, con el punto exacto de sal.

 

Mis tías también eran buenas guisanderas, sobre todo la tía Cecilia, una auténtica maestra. Todos los sábados tenía que ir a cocinar a la casa de alguna familia "de las de dinero". No había un banquete, donde no se encargara ella de la comida.

Yo, como no tenía ni oficio ni beneficio, aprendí de unas y otras y terminé montando una "txosna" donde vendía sardinas asadas. Tenía diecisiete años, pero ya había aprendido a ganarme la vida. Mi padre había muerto cuando yo tenía seis años y, como era el mayor de cuatro hermanos, tuve que empezar a ayudar a mi madre, que tenía una frutería enfrente de la iglesia de Mamariga, barrio en el que vivíamos, la llamaban "La tienda de Elvira!. Además, mi pobre padre, albañil de profesión, nos había dejado un pequeño taller donde hacíamos el "matón",¿se acuerdan los viejos del barrio?, para aquellos que no lo sepan, el "matón" era como una especie de lo que hoy conocemos por cemento. Para los ocho años, ya tenía mi propio puesto de fruta en el puerto, donde vendía a los pescadores antes de que zarparan los barcos.

Luego, cuando diez años más tarde construyeron las "Casas de pescadores" mi madre y yo nos hicimos cargo de una pequeña tienda de ultramarinos que instalaron allí. Le llamaban "La tienda de Barea ", como mi madre. Solía trabajar en ella y, además, en verano instalaba la "txosna" en una campa, en los terrenos de la parte arriba de Capitán Mendizabal" , esta última fue la que me dio la fama. Me llamaban "Parrillero Mayor". Después, a pesar de ser hijo de viuda, me tuve que ir a la mili, a Santander, pero le saqué provecho porque era el encargado de suministros y compraba mantequilla y café, que nos traían de "estraperlo", y lo vendía en Santurce. A la vuelta, abrí el "Bodegón Currito".

El éxito del bodegón fue inmediato. En aquella época, hace cuarenta años, se llegaba a facturar una caja de 42.000 pesetas en un solo día. La barra tenía dieciocho metros de largo y de esquina a esquina sólo había una barrica de vino. El resto estaba lleno de cazuelitas y pinchos. Colgados sobre ella había una gran fila de jamones de los de mi amigo Bernardo ,jamones de Guijuelo de "pata negra". Allí he llegado a vender hasta cuarenta cajas de gambas en un día. Como era socio del Athlétic, los jugadores me conocían y solían venir a comer después del entrenamiento del lunes. Por el bodegón pasaron Zarra, Panizo, Gainza, Uriarte, Iribar y todas las grandes figuras.

Para entonces ya me había casado. Mi mujer, Juli siempre ayudándome en los negocios, aunque la familia también me echaba una mano, mis cuñadas Chari y Maribel, mis tías Begoña y Elena La cocina estaba a la vista porque siempre me ha parecido que es un signo de honradez, ya que el cliente puede ver la limpieza y el trato que se da a la comida.

Unos años más tarde volví a sentir el gusanillo de las tiendas y me metí en el negocio de los supermercados. Ahora están muy de moda, pero entonces no eran conocidos y el primero que se montó en España era mío. Llegué a tener dieciocho establecimientos, pero las cosas salieron mal y tuve que venderlo todo, hasta el bodegón y el negocio de mi madre, que fue lo que más sentí.

Había que comenzar otra vez desde el principio, así que reuní a un grupo de sardineras y empezamos a recorrer todas las fiestas, desde Pamplona hasta Madrid, asando sardinas. En 1962, me enteré de que en la Feria del Campo, que se celebraba en la capital, estaban buscando a un chico para asar sardinas, por 2.000 pesetas diarias. Allí me fui con Tomasa, una sardinera muy famosa por lo bien que limpiaba la pesca. Aquello era un "chollo". La gente empezaba a comer sardinas a las diez de la mañana y ya no parabas de vender en todo el día, hasta la una de la madrugada. El pescado no era muy fresco, ya que entonces el transporte no era como ahora, pero a la gente no le importaba que las sardinas tuvieran "el ojillo rojo". Se vendían unas 3.800 docenas diarias. La docena, con el vino y el pan, costaba ciento cincuenta pesetas.

Desde entonces, acudía a todas la Ferias del Campo, aunque ahora en calidad de patrón, celebrándose generalmente cada cuatro años, en mayo, y duraban unos veinte días. Con el dinero que gané, monté varios restaurantes en Santurce. Primero, el "Itxasalde" en 1965, luego el "Pacurro", el asador "Barlovento" y, por último, el "Currito". También abrí una tienda de ultramarinos, pero no funcionó bien. Lo malo es que los tiempos no eran buenos. Las crisis económicas me obligaron a ir cerrando los locales y el "Currito" también tuvo que echar la persiana en 1979. No se volvió a abrir hasta 1985, en "Villa Esperanza",en la Avenida Murrieta santurzana, donde actualmente se encuentra.

De todas formas, a partir de 1.975, los pabellones de la Feria del Campo pasaron a ser propiedad del Ayuntamiento y me dieron una concesión para montar un asador en el de Bizkaia y allí sigo, con mis parrillas.

Mientras tanto, los hijos habían ido creciendo y todos se fueron incorporando al negocio familiar. La mayor, Marta, trabaja en el restaurante de Madrid, junto con su marido, José Miguel, en cuya cocina se encuentra mi primo Carlos y su mujer Pilar inseparables en cuantos avatares comerciales he desarrollado en los últimos 25 años. Los otros dos están en Santurce: María José lleva la tienda de "exquisiteces" y su esposo, Roberto, trabaja con mi hijo Emilio, en el "Currito" santurziarra.

La verdad es que me siento muy orgulloso de toda mi familia. A mi hijo siempre he intentado inculcarle lo mejor. Soy el que más ha luchado con él y lo sigo haciendo. Podría decir que la vida pasa tan rápidamente que necesitaría ración extra para poder aburrirme de ella y a pesar de inconvenientes, vicisitudes y desasosiegos, el fiel de la balanza esta totalmente decantado hacia lo mas bonito de la vida, mi mujer, los hijos, los nietos, la familia y los amigos, y por que no decirlo ,algún que otro proveedor, considerando a los clientes que he tenido a lo largo de mi vida profesional, como auténticos amigos.

José María González Barea.
"CURRITO"

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